para estúpidos

13.5.07

El pescador y su presa.

El pescador tendió su caña con una suavidad especial anudando prudentemente el anzuelo, mientras murmuraba entre sus labios una canción dulce, relajada pero alegre. Lanzó luego con todas sus fuerzas el sedal y clavó la parte extrema de la caña en la arena húmeda de la playa.-Ahí queda esto- se dijo mientras encendía un cigarro. El sol iba cubriéndose por los rincones de la montaña, y ya las estrellas comenzaban a perfilar sus diminutas figuras relampagueantes. Tenía una pequeña cicatriz en la parte izquierda de su rostro casi imperceptible por las arrugas de la edad; su piel era áspera y rugosa. -¿Hay suerte?- le pregunté, porque allí estaba yo, observándole con sumo interés. -¡Nada!- dijo conteniendo su rabia, -Que no pican ni por asomo-. Y así, como cada día, el pescador llegaba cada tarde a la misma hora al rincón que tenía por su favorito, y tras unas horas se marchaba con las manos vacías. Pasó el tiempo. -¿Y no has pensado en cambiar de oficio?- le pregunté una noche. El pescador me miró con intensidad,enojado y con rabia. -¿Usted cree que lo que busco en esta playa es pescar?- me dijo casi derrumbado de impotencia.-¿Y no es así?-. La marea se levantó repentinamente y con fuerza. - La verdad es que no vengo con intenciones de pescar-. Me quedé mirándole extrañado, algo confuso. - Lo único que quiero es que me perdonen-. Tal como dijo estas palabras, la cicatriz se iluminó levemente. Le cubría casi toda la parte izquierda del rostro desde los labios hasta las mejillas, como si una flecha le hubiera cruzado la cara. Después de aquella noche seguí viendo al pescador en el mismo lugar de siempre, eso hasta ayer. En el lugar de siempre solo la caña estaba tendida, tiré del sedal y en el anzuelo, un hermoso pescado azul movía con fuerza su cola. Anoche me despedí gustosamente del pescador acompañado de un buen vino blanco.

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