A la sombra de un ciprés III

He de informarles, primeramente, que mi estado de salud ha mejorado considerablemente en estos días de reposo. Al menos así lo piensa mi trasero. Entre tanto, durante todo este tiempo, he tenido el enorme placer -tan difícil de ejercer en la época en la que vivimos- de pensar libre y llano. La primera decisión, sana y liberalizadora por cierto, fue la de tirar el televisor por la ventana.Lo lancé sin pensar, arrebatado por un sentimiento de ira enorme. ¡Y qué desparrame de circuitos! Luego me quedé un rato mirando su esqueleto extendido, sus cables desparramados por el suelo... y sin embargo, me pareció aún escuchar cómo se quejaban los comentaristas, los actores de series, ¡incluso los de publicidad! No tuve más remedio, por tanto, que cerrar la ventana, vaya a ser que quieran invadir mi espacio vital; y no sería agradable encontrarme con Ana Rosa Quintana en el baño mientras uno hace sus necesidades. La siguiente decisión no fue menos fácil que la anterior: qué hacer con mi vida. Hablo de manera profesional, por supuesto. Para esto, dispuse de una pequeña libreta con la intención de hacer unas anotacionas al respecto:

a) debería ser un trabajo con un grado elevado de satisfacción. Es decir, algo que a la hora de hacerlo, no me produzca el desencanto de estar perdiendo el tiempo.
b) que no me lleve el 60% de mi vida encadenado a horarios, obligaciones, etc...
c) que me de la posibilidad de enriquecerme en todos los sentidos.

Tras estas anotaciones, comencé la búsqueda por las páginas de internet, un trabajo acorde a mis pensamientos. Sin embargo, todos fallaban sobretodo con el apartado b. Así que tras varios días de búsqueda creo haber encontrado mi profesión: de desempleado. ¿Qué me decis? Bueno ¿verdad? Por lo tanto, os informo que ahora dispongo de todo el tiempo del mundo, y que no pienso vender mi alma a ningún precio a una de esas empresas "lider en el sector". Así es la vida ¿no?. Más hermosa a la luz del día.