para estúpidos

10.2.07

Ludovica ha dado la razón

Después de haber bebido un aperitivo con aceituna incluida, haber comido y departido largamente acompañada del murmullo incesante de Paco de Lucía y ese flamenquito ahí, unas palmas entre la conversación y las risas y alguna calada de la hierba buena que rulaba y ondulaba las caras, Ludovica afirmó que estaba de acuerdo. No podía ser de otra manera. Y sí, eso era una conversación de mujeres en la batalla de los sexos. Pero era rotundamente cierto. Hemos salido perdiendo. "Con lo cómodas que estábamos", una frase que se dejó caer de alguna boca y con la que Ludovica congenió.
Más copas de vino, otros tantos cigarrillos y Ludovica cogió las fotos, la chaqueta y el bolso y se escapó. A su casa, por supuesto. Aunque al bajar a la calle y meter la mano en el bolso y rozar con el índice el mazo de cartas con las que Ludovica tranquiliza su adicción, percibió cierto tin tin del chocar de los zapatos con las callejas empedradas del borne que la tentó a cambiar de rumbo. Y digo la tentó, porque no se detuvo. Caminó mirando al frente, mirando hacia el frente, el frente... por allí cruzó un gato que le hizo pegar un salto, pero estaba tan cerca de la boca del metro...
De Arc de Triomf al Clot hay cuatro paradas. Cinco minutos, y la vida es eterna en cinco minutos, como Amanda.

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