Ludovica a medianoche
Acaban de dar las 12 de la noche y no he podido evitar la tentación de navegar por la estupidez. He ido hace un momento a servirme un vaso de vino, tinto, por supuesto, y me he dado cuenta de que estaba picado. Vaya asco. Luego he pensado que quizá me quedaba un culito de whisky en algún lugar de la bodega (tengo una hermosa bodega vacía montada en el sótano), pero no ha habido suerte. Nada de nada. Y por aburrimiento, Ludovica se ha sentado frente al ordenador. A estas horas, y a pesar del frío, no hay nada como escuchar a Jarret y sus gemidos. Y eso de los gemidos me ha recordado la residencia de los 13 gatos, lugar en el que Sancho dice vivir, lo cual no es del todo cierto. Además de que uno nace gato o perro, según dicen por ahí, cosa que me deja sin cuidado, porque también están los que prefieren las plantas, todavía más solitarias. Pero lo de los 13 gatos, además de traer mala suerte, como todo el mundo sabe si ha leído a Poe y le hace caso a la sabiduría popular, deja un pregunta latente. Señor Sancho, ¿usted los ha contado bien? Vuelva a asomarse por esa ventana, mire el baldío vecino, estire su índice, porque sabemos lo útil que es para estos casos, y vaya señalándolos uno por uno. Usted lo hará, de eso no me cabe duda, pero cuando haya contado 12, se percatará de que falta uno. No, ese que está maullando ya lo ha contado. No me discuta. Yo le diré, señor Sancho, tal y como me susurran las voces del arte del tarot, que usted se ha equivocado. Pero no tema. La razón de haber contado 13 gatos habiendo únicamente 12, como cualquier habitante de ese lugar de la mancha de cuyo nombre nadie se acuerda sabe, es que su deseo gatuno le lleva a verse desdoblado allí, junto a los demás. El gato número 13 es usted. Vaya estupidez.


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