para estúpidos

25.1.07

La residencia de los trece gatos

Quisiera aclarar varios aspectos. Vayan a pensar que vivo bajo techo paterno, o que tengo rentas por doquier que me hagan una vida más llevadera. Ya os dije que mi nombre era Sancho, muy castizo por cierto, e indudablemente conocido gracias al grandioso Cervantes. Pero quisiera comentar ciertos detalles de mi vida con mis queridos. Sé que puede ser de gran ayuda, y aunque reniegue mucho de los astros y de la cartomancia, me gusta luego contradecirme y ver mis varios futuros posibles aunque luego no haga ni puto caso. Verán. Mi vida consta de 35 años de los cuales 13 no cuentan mucho puesto que uno no es entero ( uno puede considerarse entero a partir de su primera eyaculación), 10 más que los pasa rápidos pero intensos ( encantos y desncantos, desencantos, y más de eso), y a partir de los 23, ya crecidito, decides independizarte y dedicar vida plena en cuerpo y alma a llegar al menos a fin de mes. Trabajo como loco en un almacén de carga y doy mis pocas horas libres a la televisión. A veces me acerco a la ventana y me entretengo a contar los gatos que viven justo en un solac abandonado. Así llevo desde los 23, por lo tanto son 12 años haciendo el estúpido. He llegado a contar 13 gatos, de los que resalta uno por su tamaño y por su pelo negro como el hollín. Al que le puse por nombre Jesús. Hay otro que es más delgado ( no le dejan comer al pobre, supongo), y que está más debilucho y al que le tengo mucho aprecio; y perdónenme por ponerle el nombrecito de Judas. Hay cuatro más que son también negrotes, pero menos imponentes que el conocido ya Jesús. Siempre van juntitos, como hermanos; tres que son blancos, y cuatro más atigrados. Yo llamo a este sitio la residencia de los 13 gatos, y me gusta chafardear un poco de sus vidas. Cada día me asomo y veo cómo duermen, cómo comen y cómo se pelean por la comida, y otros menesteres que prefiero dejarlo ahí. Fíjense qué facil la vida de los gatos, sólo esperan a ser correspondido por una buena y suculenta bolsa de desperdicios. Y luego me miro, aún con el uniforme puesto, y me digo "que no pude nacer gato, no". Así son las cosas, supongo. En fín. Este es mi pequeño mundo.

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