para estúpidos

20.11.06

El camino a Santiago

A Gaby y Miguel

Si usted decide visitar la ciudad de Santiago de Compostela, piense, en primer lugar, que tarde o temprano habrá de hacerse con un paraguas, y que, una vez allí, no podrá despegarse de él. No habrá comprobado hasta aterrizar en Santiago lo imprescindible que le resultará dicho instrumento, de tal manera que además de coger las llaves, meter unos cuantos billetes en la cartera y colocarse el mejor abrigo que haya llevado, su pensamiento dirá "paraguas" al despertarse, al mirar por la ventana e incluso después de unos cuantos chupitos de licor-café.


Supere la resaca y acérquese al cementerio Domingo de Bonaval: una inmensa y minimalista sucesión de rectángulos blancos lo confundirá de tal manera que no sabrá, más que por el incesante desplazamiento de las nubes, allá arriba, que el tiempo sigue su curso. Pero tenga cuidado con las cousas dos mortos.


Se dice que la Santa Compaña se pasea en noches de luna nueva por la humedad de los bosques gallegos. La identificará detrás de las babas resplancedientes de la lluvia, y sepa que viene a buscarle. Si por un descuido inoportuno ha visto al fantasma, los expertos recomiendan echarse al suelo de forma inmediata. Y es cierto que en Santiago se ven cosas extrañas: cómo explicar, si no, algunos curiosos acontecimientos captados por esta cámara doméstica.






Si he logrado inquietarle, no se preocupe: recuerde que siempre le quedará el Santiago monumental, la magnífica catedral en la plaza de Obradoiro, las callejuelas del casco antiguo, unos ricos pulpitos y unos buenos amigos.







© Fotografías de Gabriela Oggero

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